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El sombrero romance segundo la noche

Entró la noche; con ella
Despertándose fué el viento,
Y el mar empezó a moverse
Con un mugidor estruendo,
 
Las nubes, entapizando
El obscuro y alto cielo,
La débil luz ocultaban
De estrellas y de luceros.
 
No había luna; densas sombras
En corto rato envolvieron
Tierra y mar. De Rosalía
Ya desfallece el esfuerzo.
 
Arrepentida, asombrada,
Intenta... No, no hay remedio
Cierra los ojos e inclina
La cabeza sobre el pecho.
 
La humedad la hiela toda,
Corto abrigo es el pañuelo;
Tiembla de terror su alma,
Tiembla de frío su cuerpo,
 
Si cualquier rumor la asusta,
Más sus mismos pensamientos;
Pues ni uno solo le ocurre
De esperanza o de consuelo.
 
Las velas que ha divisado
Cuando el sol ya estaba puesto,
La atormentan, la confunden.
Las ha conocido: ¡cielos!
 
Son, sí, las del guardacosta,
Jabeque armado y velero,
Terror de los emigrados,
De contrabandistas miedo.
 
       * * *
 
¡Infelice Rosalía!
A las ánimas de lejos
Tocar las campanas oye
De la torre de su pueblo.
 
¡Oh, cuánto la sobresaltan
Aquellos amigos ecos!
Parécele que son voces
Que la nombran. Gran silencio
 
Reinó después largo espacio.
Las olas, que van creciendo,
Llegan a besar la peña;
De Rosalía los tiernos
 
Pies mojan... y no lo advierte:
Clavada está. Los destellos
De la espuma que se rompe,
Secas algas revolviendo,
 
La deslumbran. De continuo
La reventazón inciertos,
Fugitivos grupos blancos
Le ofrecen del mar en medio,
 
Cual pálidas llamaradas.
Ella piensa que los remos
Y la proa de un esquife
Las causan... ¡Vanos deseos!
 
       * * *
 
Así pasó largas horas,
Cuando un lampo ve de f llega
En alta mar, y en seguida
Oye al cabo de un momento
 
¡Poumb!... y retumbar en torno
Como un pavoroso trueno,
Que se repite y se pierde
De aquella costa en los huecos.
 
Ve pronto hacia el lado mismo
Otros dos o tres pequeños
Fogonazos; mas no llega
El sordo estampido de ellos.
 
Otra roja llamarada
¡Poumb! otra vez... ¡Dios!, ¿qué es esto?
Repitiéndose perdióse
Este son como el primero.
 
No hubo más: creció furioso
El temporal, y más recio
Sopló el Sudoeste; las olas
De Rosalía el asiento
 
Embisten, de agua salobre
La bañan; estar más tiempo
No puede allí: busca abrigo
De la torre entre los restos.
 
La lluvia cae a torrentes,
Parece que tiembla el suelo;
Dijérase ser llegada
Ya la fin del universo.

#EscritoresEspañoles El sombrero

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