Eduardo Alonzo

Nerudiando

a Pablo...

Se que me lees y me escuchas. Se que no soy un reto para vos, pero luego de leerte, es hora que sepas algo mi estimado Pablo:

Tu inspiración nació de un conjunto de sentimientos iguales a los de los demás, iguales a los míos; amor, tristeza, vacío, rencor, alegría.

Quizás yo no tenga la nube para sentarme y fantasear, pero tengo un par de manos para escribir mis sueños y mi destino. Yo no tengo pluma con tinta verde para plasmar, pero tengo tinta sangre para marcar, fundir y sellar; yo no tengo tres casas para retirarme a pensar, pero tengo un hogar donde cocinar y hacer hervir mis emociones, y sí, debo admitir que la sebastiana reúne al mar desordenado frente a tu ventana como valor añadido a la poesía, pero yo tengo desordenada la bilis, el plasma y la saliva como una poesía añadida.

Al leerte me admiro de tu brillantez, lo que dijiste y sentiste lo entiendo a la perfección por empatía. No soy más que un seguidor de tu causa, la causa que le dobla en dos el estómago a algunos humanos y nos hace vomitar frases sin sentido, la causa que obliga al pensamiento a traducir lo que el cuerpo y el corazón sienten.

Pablo, no podré ser el más excéntrico de mi generación, no tendré un caballo de madera en mi sala ni un bar para hacer alquimia con mis amigos y el alcohol, pero tengo la misma esencia que perdura en la distancia: la de la calidad humana de ser y actuar como persona.

Se que me lees y me escuchas. Se que nos soy un reto para vos, pero era hora que supieras esta realidad mi querido Pablo.

Escrito al salir de La Sebastiana

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