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Fábula de la inexistencia

Yo, siendo un camaleón calidoso, asocial y con trastorno depresivo mayor, decido tomar una OMSA con destino veintisiete de febrero.

Pago los quinces pesos, y me siento.

Me senté en una silla en donde no había alguien. Medito siempre en las palabras de mi madre Ruth:

—Emil, ayúdame con esta nómina del trabajo.

—¡No tengo tiempo pa’ usted, mi doña! —le respondía.

Van adentrándose todo tipo de animales a la OMSA. Y noto, que se quedan de pie. Pasan do lado de mí, y no se sientan en el asiento disponible próximo a mí. ¿Será que estoy muerto?, ¿no se percatan de que pueden ocupar este asiento, o es que no me ven?

No sé cuál de las dos proposiciones es más verosímil, empero sé que ese día nadie se sentó a mi lado.

Moraleja: Aprovecha el tiempo en personas y cosas importantes, dado que lo demás es efímero y amargo como la traición. No esperes nada de nadie; ama, perdona y vuelve a amar. Y haz lo que tengas que hacer, sin tener aprobación o esperando ser recompensando.

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