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Fábula del Amor Perfecto

Esta fábula fue sacada de un sueño de Emil

No fue un engaño.

Estaba loca, caminando por las calles, diciendo: ¿Por qué lo dices, si en lo más alto de la montaña de mi amor por ti, eres el ápice que contiene la meta?

Veía siempre a aquella loca perezosa, que siempre decía esas dicciones, cabalgando por las aceras del Ensanche la Fe. Todos los ensancheferos y los cristorreistas nos interpelábamos qué le habría pasado a esa perezosa, para que quedara psicótica. Leopoldito, un león que vivía en el mismo callejón que yo, nos dijo:

Recuerdo que un gavilán, amigo mío, me contó que ella se llama Antonia, y que quedó loca porque estaba perdidamente enamorada de un perezoso muy trabajador, amable y respetuoso de Villa Mella. Un día, la vecina, la había visto fuera de su domicilio, hablando con un búfalo que al parecer tenía pinta de ser un buen terrateniente. La vecina, malinterpretando la escena vislumbrada desde su alcoba, llama al marido de Antonia, diciéndole que ésta le había sido infiel con un búfalo millonario, que tenía esposa y que sí sabía cómo hacerla una perezosa en la cama.

Su marido, sin pensar, reacciona e inmediatamente sale del trabajo para ir a su casa. Allí se topa con Antonia y el búfalo, y espera a que terminen su conversación.

—Hola, amor, qué raro, ¿no que estabas en el trabajo?, ¿pasa algo? Te noto tenso.

—¿Cómo es posible, Antonia?

—¿De qué hablas, Emil?

—¿Con él me estás engañando?

—Es un malentendido...

Emil no dejaba que ella terminara de hablar, y entró a su hogar. Tomó su maleta, la abrió e inició a echar lo necesario para emprender al viaje más imperecedero y amargo, llamado Olvido.

Antonia trató de convencerlo, pero éste se marchó y la dejó desierta en aquel páramo. Le dijo Emil, antes de marcharse:

—Sé que soy un simple alpinista, Antonia, y que mi vida no es interesante, porque únicamente escalo montañas y de que no te puedo dar una vida de lujos.

—Si crees que te hice eso, sin averiguar primero, pues no me toca más que pensar que en verdad el amor es ambiguo y precoz. ¿Por qué lo dices, si en lo más alto de la montaña de mi amor por ti, eres el ápice que contiene la meta?

A partir de ese día, quedó loca de amor, ya que Emil era el único perezoso que ella amaba. Nadie la dejaba llegar a la Montaña Hormiga, dado que era ese el lugar a donde Emil escalaba y, además, notaron de que ella quería lanzarse al vacío que estaba lleno de muerte.

Hoy, detenido en mi carro, miro a aquella Montaña Hormiga, a ver si algún día pudiera toparse el destino de mis pensamientos, con la suerte de la historia. Veo a Antonia encima de la montaña. No sé si estoy viendo bien, pero creo que no es posible, dado que la montaña está vigilada por tortugas policías, y para que ella, por supuesto, no pueda inspeccionarla.

¡No puede ser! Se acaba de lanzar al precipicio del principio limpio. Corro lo más que puedo para aproximarme a su paradero, mientras cae. Y al llegar al sitio, la veo topar el suelo con su efigie. El pavimento repleto de hemoglobina, los brazos rotos... las únicas palabras que logré escuchar de ella, fueron:

—¿Por qu-qué l-lo di... ces, si en lo-lo más al-alto de la mon-montaña de mi amor po-por ti, e-e-res el á-ápice que con-contiene la meta?—diciendo, despidiéndose de su existencia.

Moraleja: solamente mueres de amor, cuando te dejas arropar por la obsesión.

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