“Sus ojos marrones eran como el atardecer en llamas; no sé por qué se parecen si el atardecer cambia de color según el clima; él no, él cambia según las actitudes cercanas. No es que sea un tan simple humano, sino, que cuando hace una ablución con el espacio, él mismo tiene superpoderes: es hacer reír a la gente. Su piel no se asemeja a un baño de leches, las leches con el tiempo se añejan, mas su piel se renueva como el alba en el amanecer. La Luna ya nos guiñe, y es porque estás allí, entre esas personas herméticas, duras y no fiables; que hacen ver tu entorno con la nube turquesa de tus dedos, señalar al árbol es lo ideal, pero tirarle piedras es lo cohibido. Si pensara en ti, ya no habría pronombres personales, ya que el “ti” no lleva tilde, por átona, pero la cacofonía hace resaltar un trabalenguas exquisito que pronuncien tus ojos.

“Seré sincera con el olvido
Porque él al menos está inquieto.
Lo más interesante de esto
Es tu manera de hablar con él.
Eso nos diferencia entre la realidad,
Eres a simple vista un holograma,
Que todos quisieran imitar.

“Militares con O.K. y tú sin vidas,
Estúpidos falseos; mientras te vean
Los cuadros se verán más volubles,
Serán estúpidas las quejas.
Serás olvidado cuando mueras,
Ya que de diez, sólo una, ésa,
Te recordará aun más allá del inframundo terco;
Porque es incierta la vida
Como el desierto.
Así son tus ojos:
Cual marrones tercos;
Turcos,
Sureños,
Tontos,
Bellos.
Lamentablemente este retrato, símil o cómo quieras que le llames,
Se irá de tu jeta;
Dado que ésta pertenece
A un trovador incierto;
Nos vemos luego,
Retrato terco.
Repetiré esto mientras te vea:
Las abejas hacen la miel pensando en ti.
Empero, tus ojos,
Sí, tus ojos;
Hacen que se pierdan,
Por eso cuando pican
Quedan muertas.
La sátira de tus ojos
Son como una broma para el gallego,
Y una paz para el coreano.
Acabaré este símil con este verso:
El retrato no es más que una de las características
De las mayores creaciones del SEÑOR”.