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Reforma

“Uno mira los árboles y la luz,
y sueña con la pureza de las cosas
amadas”.
— Efraín Huerta

Mantengo al pasado vivo, mantengo al niño quizás amado
en horas tranquilas de la vida, de mi vida
Cruzo calles, leo señales: ‘Reforma’, Berrizobal’, ‘Humbolt’,
‘Uno por uno’ ‘Respete al peatón’, ‘Miscelánea’, ‘Clases de español’.
Mantengo al pasado encendido en una canción,
o en tres, o en dos, o en una que en mi infancia nunca existió
Bebo, como, camino, llego al parque,
Abro un libro:
de nuevo bebo, como, camino, hecho a andar, hecho andar
 
Así se consagra el hogar, ese camino
donde todavía vive papá,—aún echa a andar en su antigua bicicleta—,
ríe, me saluda, y se va.
Y yo sentado, y yo yéndome, y yo oyéndome, oyéndome cantar
Así se consagra el hogar,
ese camino donde todavía mi madre me compra,—después de trabajar—,
un téjate, un nicuatole–, unos cacahuates con limón y sal
Con las señoras de las esquinas que parecen ser siempre las mismas,
ahí están, ahí en la calle, en las calles, las calles que se vuelven hogar
 
Las calles de la ciudad, susceptible ciudad, que retiene en sus sonidos
un sueño etéreo, un sueño estéreo, en donde se me verá volver
sólo desde mí, desde mi andar
 
Y me veré volviéndome a refugiar
entre recuerdos, canciones, calles, emociones,
en un pasado vivo recordado con placer.

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