Te espero aunque ya sé que mi insistencia
podría desistir a la embestida
de un camino que impide la venida
de tus senos, tu vientre, tu presencia.
Te espera mi deseo, la conciencia
de asistir, si te insisto, a la caída
de tus pruritos mil, sin que te pida
lo que en tu fuero interno es complacencia.
Pavor son esa horas y su dolo,
el pronombre que soy, el hombre solo,
con esta soledad que me programa.
No acudes. Y en mi lúgubre tortura
huyo, con un impulso de locura,
a consolar el llanto de mi cama.