En la noche brilló, móvil, la rosa,
en pedestal de mármol perfumada.
La mano, hacia su tacto reclinada,
se acercó a los rubores, temblorosa.
Excitación y arrojo. Peligrosa
lluvia táctil encarne alborotada.
Cálida, la beldad acorralada
quedó, tras del acoso, silenciosa.
El último minuto desanuda
mi raíz, y su prisa ya en camino
del inútil impulso de la duda.
Pero sé que su pie la desvanece,
e impide las intrigas de destino
que mi piel hecha vértido le ofrece.