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La Niobe americana

A Cuba

¡Madre!, sobre tu campo desolado
Sólo el incendio su fulgor destella;
Está de tu ribera mansa y bella
El hálito verbal emponzoñado.
 
¡Madre!, sobre tus hijos despiadado
Fulmina el cielo, sordo a tu querella;
En la frente más pura ve la huella
De tu herencia de sangre y de pecado.
 
Sola contra las furias invisibles,
Sola en la liza, sola contra ciento,
Nada tu heroico resistir arredra.
 
No eres de roca tú; los que impasibles
Miran, sin espantarse, tu tormento,
Son los que tienen corazón de piedra.
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