Un día le regalan a uno una palabra y uno la pone al sol, la alimenta,

Pase lo que pase tú serás la última de la última, tu tendrás la última palabra, tu bajarás a banderola y yo comprenderé,

Hoy mataron a Juan el Huasicama lo mataron a palo en día claro, lo mataron por indio, porque trabajaba como tres y nunca sació el hambre,

Una vez, un pescador se fue cortando al viento; tiró la red, la recogió vacía;

La más inofensiva, la más sana, la que nunca produjo salpullido a… la que hasta ahora que yo sepa a nadie le ha pasmado la alegría;

De un puntapié acabar con la ventana. Desde el último piso tirar el termo nuevo, el nombre, la lascivia;

Oh rota, oh carcamal, recontra mía, hasta cuando no pueda más; hasta la cacha mía;

A veces el amor como un intruso, como un pelo en el plato de comida. A veces el amor

En una ciudad había un hombre metido hasta la médula en la vida, tenía la costumbre de ponerse una rota camisa,

Ni la muralla china ni el alambre con púas ni los cordones de perros policías o policías perros que resguardan las nalgas sociales…

Yo le llamaba linda y el nombre le quedaba como vestido flojo. Sus ojos no tenían importancia,

Las cosas son otra cosa debajo del pellejo. Así la sed es agua amordazada; el olvido