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XIX:

Elegancia desaliñada
más que sensualidad imaginaria.
Inaccesibilidad interior
lánguida en el sillón.
O con tus pechos al viento
guiando un revolución.
Barricadas, desencanto,
y el horror, con las manos levantadas, con Saturno
guiándolos, devorándolos.
Pinturas negras degoyados
en un sótano pútrido.
Mito Estado glorificado
Y los obreros en fundición.
Monumentos exaltando
mente y espíritu sublimado.
Decadente culturización.
Recordando tu papel en el arte
sin mecenas no hay
un lugar en la historia.
El olvido, el frio, añoranza de muerte
en la eternidad.
La mirada perdida en la contemplación.
Horizonte interior.
Melancolía, Simbología,
sintomática aflicción.
Fantasía, letanías en una implosión.
De colores dinámicos brumosos.
Solo una visión.
Y el hierro estático
estético de estilo inmanente.
Esplendores barrocos
para el orden social.
Y ahí en tu mundo de fantasía,
realidad alternativa de nostalgias
de otra eras, tal vez eras más poéticas.
Descontentos con tantas academias,
¡Impresiones!
No ideas  de efímeras quimeras.
Sin retoques los efectos
sonoros de la industrialización.
Captados los instantes en perfecta
superfiabilidad.
Bucólicas miradas
con sus  ojos que nos miran.
El reflejo de pupilas coloridas.
Nenúfares en la quietud.
Florecidos y apagados,
con los sapos aletargados en un
beso nadas más.
Procurando en el efecto
la máxima intensidad.
El sufrimiento humano
una estatua más.
Incomprendido,
el vagabundo, el provocador,
el descastado, el loco
mezclados en el alma del artista
acusado en su solitud.
Expulsado negado, juzgado
y aislado solo un pensador.
Un icono de un tiempo de transición.
Una centuria que nos determinó.

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