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Plenilunio

A Américo Lugo

Por la verde alameda, silenciosos,
             íbamos ella y yo;
la luna tras los montes ascendía,
en la fronda cantaba el ruiseñor.
Y la dije... No sé lo que la dijo
             mi temblorosa voz...
En el éter detúvose la luna,
interrumpió su canto el ruiseñor,
y la amada gentil, turbada y muda,
             al cielo interrogó.
¿Sabéis de esas preguntas misteriosas
             que una respuesta son?...
Guarda, oh luna, el secreto de mi alma!
             Cállalo, ruiseñor!

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