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Fuensanta

I: Ante un féretro

 
Fue dulce como una poma,
granada como una espiga,
guardosa como una hormiga,
mansa como una paloma;
dio consuelo a todo afán,
dio a toda orfandad abrigo;
ni su pan negó al mendigo,
ni ociosa comió su pan;
el bien buscó sin reposo,
siempre en Dios la mente fija;
fue hermana para su hija,
fue madre para su esposo;
y de virtud singular
dejando ejemplo a los dos,
hoy ante el trono de Dios
es su santa tutelar.
No es necesario nombrarla;
nombrarla fuera ofenderla;
¡quien una vez llegó a verla,
con nadie ha de equivocarla!
 

II: Un año después

 
A Antonio Grilo.
 
Hoy hace un año que tu bien perdiste:
doce hará pronto que perdí yo el mío;
y desde entonces, con profundo hastío,
el alma llevo solitaria y triste.
No esperes que la calma reconquiste
tu pobre corazón doliente y frío,
ni que llene su báratro sombrío
cuanto en el mundo material existe.
Tanto como el vivir dura esa cuita;
y eterno fuera nuestro ardiente anhelo,
si el alma, cuando atónita medita,
sólo encontrara en el oscuro cielo
esa serie de ceros infinita
que describen los astros con su vuelo
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