Unicornios y cíclopes
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La mar no tiene naranjas. ni Sevilla tiene amor. Morena, qué luz de fuego. Préstame tu quitasol. Me pondrá la cara verde,
Cisne redondo en el río, ojo de las catedrales, alba fingida en las hojas soy; ¡no podrán escaparse! ¿Quién se oculta? ¿Quién solloza
La muerte entra y sale de la taberna. Pasan caballos negros y gente siniestra
¡Qué trabajo me cuesta dejarte marchar, día! Te vas lleno de mí, vuelves sin conocerme. ¡Qué trabajo me cuesta
Odian la sombra del pájaro sobre el pleamar de la blanca meji… y el conflicto de luz y viento en el salón de la nieve fría. Odian la flecha sin cuerpo,
Se ven desde las barandas, por el monte, monte, monte, mulos y sombras de mulos cargados de girasoles. Sus ojos en las umbrías
Se trajo en el corazón un pez del Mar de la China. A veces se ve cruzar diminuto por sus ojos. Olvida siendo marino
Quiero llorar mi pena y te lo digo para que tú me quieras y me llores en un anochecer de ruiseñores, con un puñal, con besos y contigo. Quiero matar al único testigo
Amor, amor que está herido. Herido de amor huido; herido, muerto de amor.
Un bello niño de junco, anchos hombros, fino talle, piel de nocturna manzana, boca triste y ojos grandes, nervio de plata caliente,
¿Qué es aquello que reluce por los altos corredores? Cierra la puerta, hijo mío, acaban de dar las once. En mis ojos, sin querer,
Los días de fiesta van sobre ruedas. El tío-vivo los trae, y los lleva. Corpus azul.
Amparo ¡qué sola estás en tu casa vestida de blanco! (Ecuador entre el jazmín y el nardo).
En la luna negra de los bandoleros, cantan las espuelas. Caballito negro. ¿Dónde llevas tu jinete muerto?
Debajo de la hoja de la verbena tengo a mi amante malo. ¡Jesús, qué pena! Debajo de la hoja