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El ladrón de Maicao

Reía con quimbeo de palomas
huyendo de las balas.
 
Grandes bocados de pescado marinado
en los toldos tocoloros
de Boca de Ceniza
y picantes vasos de aguardiente metálico.
 
El ladrón de Maicao
frotaba sus hombros,
desesperado,
y lanzaba hacia el cielo sus manos
y reía
a gritos en el día caliente,
oliendo los sancochos a plena carrera
y escapando a las sirenas
de los guardias traficantes de drogas.
 
El bruno ladrón era un rayo
de vida
en la calina urticante
del puerto caldeado.
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