“Echo de menos hasta el eco”
A veces me hablo como si fueras tú
el que contesta desde el otro lado del cuarto.
Y no hay nadie. Solo el polvo que baila
como si también supiera que faltas tú tanto.
Echo de menos hasta el eco,
hasta el sonido del pestillo cerrándose detrás de ti.
Porque el silencio no pesa por lo que calla,
sino por lo que recuerda que ya no está aquí.
Tu sombra aún cruza por el pasillo,
se sienta en el sofá, pone los pies sobre mis dudas,
me pregunta por qué no la olvido
como si el olvido viniera con instrucciones mudas.
Y yo, que aprendí a vivir con tu ausencia
como se aprende a andar con una pierna menos,
te escribo desde el lado izquierdo de mi pecho,
el que se quedó sin ventana ni dueño.
