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El soneto es tan ágil como un brinco...

El soneto es tan ágil como un brinco;
brinco de corazón o catarata
despeñada en un tiempo que delata
el deseo del curso hacia un ahínco
 
de no ser y de estar. En él afinco,
en vuelo, la ilusión más inmediata,
y así, en el mismo olvido, me retrata
desvanecido allí donde me hinco.
 
Alma de espuma y cuerpo de suspiro,
tomar pretende en mármol el respiro
como lo quiere el río en ese salto
 
blanquísimo, sonoro, ardiente y frío...
Mas sólo en el pasar mantiene el brío
y habrá de ser su piedra el sobresalto.
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