A Ribeiro Couto
#EscritoresChilenos
Hay besos que pronuncian por sí so… la sentencia de amor condenatoria, hay besos que se dan con la mirada hay besos que se dan con la memori… Hay besos silenciosos, besos noble…
Entre resplandores y humos, exorcismos olvidados, la indiada secreta va y viene, brazos en alto, o se calla en piedra atónita,
En esta hora, amarga como un sorbo… Tú sosténme, Señor. ¡Todo se me ha llenado de sombras… y el grito de pavor! Amor iba en el viento como abeja d…
¿Y nunca, nunca más, ni en noches… de temblor de astros, ni en las al… vírgenes, ni en las tardes inmolad… ¿Al margen de ningún sendero pálid… que ciñe el campo, al margen de ni…
—Niño, tú pasas de largo por la huerta de Lucía, aunque te paras, a veces, por cualquiera nadería. ¿Qué le miras a esa mata?
El pinar al viento vasto y negro ondula, y mece mi pena con canción de cuna. Pinos calmos, graves
La mujer que no mece a un hijo en… cuyo calor y aroma alcance a sus e… tiene una laxitud de mundo entre l… todo su corazòn congoja inmensa ba… El lirio le recuerda unas sienes d…
Es la noche desamparo de las sierras hasta el mar. Pero yo, la que te mece, ¡yo no tengo soledad! Es el cielo desamparo
Bajé por espacio y aires y mas aires, descendiendo, sin llamado y con llamada por la fuerza del deseo, y a más que yo caminaba
Raza judía, carne de dolores, raza judía, río de amargura: como los cielos y la tierra, dura y crece aún tu selva de clamores. Nunca han dejado orearse tus herid…
Todas íbamos a ser reinas, de cuatro reinos sobre el mar: Rosalía con Efigenia y Lucila con Soledad. En el valle de Elqui, ceñido
Ha bajado la nieve, divina criatur… el valle a conocer. Ha bajado la nieve, mejor que las… ¡Mirémosla caer! Viene calla—callando, cae y cae a…
Se acabaron los días divinos de la danza delante del mar, y pasaron las siestas del viento con aroma de polen y sal, y las otras en trigos dormidas
La niebla ha ido adensándose en forro azul-ceniciento y cegando el mar nos hurta la nidada de archipiélagos: hembra tramposa y ladina
Si me dais una estrella, y me la abandonáis, desnuda ella entre la mano, no sabré cerrarla por defender mi nacida alegría. Yo vengo de una tierra