Mañanas libres que han dejado en trozos.
Recuerdos y esperanzas de un amor
que ya partió.
Que estará oliendo otras rosas por allá.
Susurra a las manos de ese señor,
que solo la engaña y le pide perdón.
Cuando vuelvas yo ya no estaré,
ni la cuerda de ropa colgá.
Rogarás mirar por la ventana
y ver en mi cuerpo una sonrisa,
rezando pa que no te vayas.
Cuando vuelvas ni las vecinas,
esas chismosas, no sabrán de mí.
Que qué hice, haré o hago,
si me fui acá cerca o me perdí.
Solo verás las paredes y un par de escritos.
Un poco de mugre
y un muerto jardín.
La casa no está en venta,
que no la pise nadie!
La desgracia del amor
ha de morar allí.
Gabriela Quenard Nemitz