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Dolor

DOLOR
Gerardo Alberto Mora Ló￳pez
 
Hay un dolor interno que nadie nos lo entiende,
que lo arrastramos siempre por doquiera que vamos.
 
Es un dolor obtuso, mullido, apaciguado,
pero un dolor, al fin... Sombrío y prolongado.
 
Yo sé que tú lo tienes, como yo tengo el mío.
Lo llevas al trabajo y al estadio y al sue￱ño.
Y en la alborada clara que anuncia el nuevo día,
te está esperando fiel, al lado de tu lecho.
 
Igual que yo, sospecho, lo has hecho ya tu amigo.
No disfrutas de nada si él no está contigo.
Y, a veces, cuando crees que ya lo has olvidado,
encuentra nuevas formas de hacerse manifiesto:
se te aparece en la sopa, en la tele, en la radio,
o en la conversaci￳ón con algún conocido.
 
Es un dolor mullido, como he indicado antes,
pero un dolor muy cierto, aunque no definido.
 
Es el dolor antiguo, y recién renovado,
de la ausencia de aquellos que te han abandonado.
De los que se marcharon, sin decir hasta luego,
hacia tierras lejanas o hacia la otra vida.
 
Los que siempre te faltan, los que siempre han faltado.
Los que no permitieron que se manifestase
el cariñ￱o que tienes o el que habían guardado.
 
El dolor de la ausencia de aquel amigo bueno,
del padre, de la madre, de cualquier ser amado.
Que se mete en el alma, en el pecho, en la vida,
arrasando a su paso todo lo que se encuentra,
abriendo en las entrañ￱as una sangrante herida
y que, al pasar los a￱ños, se vuelve reposado...
¡pero que no se olvida!
 
Y lo llevamos siempre, lo recordamos siempre
y, a veces, sin quererlo, lo vivimos de nuevo.
 
Cuando menos se espera, algo lo saca a flote:
una sonrisa leve, una risa sonora,
o ese aire tan lejano que tiene esa persona...
o aquella...
O simplemente el peso de nuestra soledad.




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