El dulce de sus labios, se mezclaron con el sabor amargo de los míos. Una mirada diáfana embellecía su bella fisionomía, yo, arrastrado por el cálido sabor de sus besos, nacía a cada instante.
La noche parecía tener plena conciencia de lo que sucedía. Ambos aletargados nos dejemos llevar por la pasión y por la presencia cómplice de la noche, que parecía hablarnos a cada momento. En actitud pasiva.
Gerson Adrian Cordero