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La muerte del gran Morelos

"Si yo tuviera un Morelos, conquistaría hasta los cielos."

En mil ochocientos quince,
la patria sufrió un esguince,
día veintidós de diciembre
en la memoria se siembre.
 
La muerte del gran Morelos
que, entregado a sus anhelos,
nos brindó su corazón
cual “Siervo de la Nación”.
 
Primero, lo excomulgaron,
“de su Dios lo despojaron”,
la cruel “Santa Inquisición”
dejó “torcido un renglón”.
 
Lo que tanto se temía,
se le acusó de herejía,
en público, degradado,
se sintió muy desgraciado.
 
Mas, fue fiel a sus valores,
rindámosle mil honores,
después de un juicio sumario
enemigo, victimario.
 
Calleja, dictó sentencia
con maldad e irreverencia,
Salazar, el confesor,
De la Concha, ejecutor.
 
Redoblar de los tambores
en Ecatepec, temblores,
vendados fueron sus ojos,
lágrimas, mustios abrojos.
 
Lo inmolaron a mansalva
hincado, dando la espalda
al pelotón de soldados
con fusiles pertrechados.
 
Fieras descargas sonaron,
de balas lo saturaron,
metralla tronó horrorosa,
cara en tierra pedregosa.
 
Se hizo presente la muerte
dejando aquel cuerpo inerte
al crucifijo aferrado,
teñido, rojo sangrado.
 
Triste quedó el paredón,
¿cuándo llegará el perdón?,
¡qué lamento, qué tragedia,
almas llenas de miseria!
 
La Nación en la penumbra,
sus sentimientos no alumbran,
martirio del insurgente
cimbró todo el Continente.
 
Lo digo sin ser insano,
¿tal calvario ha sido en vano?,
¿dónde quedaron los planes
de Morelos, sus afanes.
 
Campañas, logros, victorias,
ideales, credos, glorias?,
tantos años de su ausencia,
¿qué fue de la independencia?
 
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
México, D. F., a 22 de diciembre . . .
Registro SEP Indautor No. (en trámite)

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