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La voz de la caracola

"que una lágrima es silencio y grito, que soy sin ser, que soy sexo, pasión, amor, lava y agua, sueño y verdad" Arcángel negro

Todas las dulces brisas de verano pasarán, así como la luna cambiante mudará, incluso cuando no estemos aquí, su faz. El universo disuelto seguirá hasta su propio final, más yo sé que tú, a mi lado, nunca estarás.

Y serán los soles acres quienes otorguen dulzura a los atardeceres que acarician y acunan mis de ti quereres;
y será la vida en sus mil seres la que me enseñe a latigazos que hay algo que va más allá de lo que no me atrevo ni a soñar;
y seré yo misma la que me induzca a sopesar lo que deseo y lo que tengo, para no perderlo todo por no ser capaz de dejar de anhelar.

No hay cantos del mar que puedan callar tu presencia dentro de mi. Tengo la certeza de que este amor que me inunda perdurará en mi hasta ya no poder yo seguir acompasando latidos, pisando espumas, inhalando brumas, mirando horizontes. Todos los tonos de azul del mar hablan de ti. De tu genio, de tu sensibilidad, de lo que, sin saber cómo nombrar, veo en ti y me deja sin poder murmurar nada más. Tengo la certeza de que, no importa lo profundo que me hunda, siempre volveré a querer respirar tus besos.

En este amor que es renuncia y olvido,
renuncia a lo que no podré alcanzar,
olvido de lo que nunca ha sido,
de lo que no puedo parar de soñar,
el tiempo caracola se desplaza suave y constante, dejando el rastro húmedo de la tristeza y del vacío de ti, protegido del entorno con ese disfraz geométrico calculado de magia ancestral, que lleva dentro el eco de una voz que ya no puedo recordar. Y el vértice interior, inscrito en la concha, del que todo parte, me asevera, con su mirada fija y un inmenso silencio, que lo mejor de ti, nunca lo podré intentar.

Testaruda y temerosa, sueño con tus besos y tus brazos rodeándome, dejándome paladear el nirvana de tu aroma y el suave tacto de tu piel. Inasible realidad. Sé que la mentira que susurra el deseo a mis latidos es veneno poderoso que conmigo podrá acabar, a menos que me ate a tierra y me resigne a arrastrar las cadenas de tu ausencia en el cadalso de esta pena que solo siente que en tu aquí nunca voy a estar.

Sabiendo que lo imposible está para soñarse y lucharse, aunque sepas que nunca lo vas a alcanzar, no queda otra manera de deslizarme sobre las aguas sin tragar a bocanadas el mar hirviente y salado que me impregna de la realidad... y titubeando, voy recomponiendo lo posible con lo que sueño, haciendo un puzzle Frankenstein que en cualquier momento se puede descontrolar. Lucharé por la belleza de mi creación, alimentándola con lo mejor que de mi pueda sacar, colocando una y otra vez las piezas que no calzan, con paciencia, amor y templanza, para dibujar el mejor de los paisajes que tú, alguna vez, quizás, en un vericueto inimaginable de la realidad, puedas contemplar. Estoy jugando con el destino a aprender a  soñar.

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