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Tarde libre

¿Tendrías el valor de vivir tu vida si supieras desde el principio lo que iba a suceder?

¿Cuánto llevo soñando con ir al bosque
a por piedras y musgos y hojarasca para mis inquietos pies?
Ellos quieren subir pequeños riscos haciéndose ilusiones
de sentir como sería el mundo si hubiese riesgo de un serio revés.
 
Y subo lenta por esta cuesta,
plena de las difíciles redondeces que vine a buscar,
presa de esta sensación de inmensa soledad por doquier.
Entre el silencio, la brisa entre las ramas,
el olor a hierbas y este color verde intenso
parece que esto no acaba,
aunque muy lejos no llego a ver.
 
Entre las hojas hay mil pies, hormigas, seres que brillan,
todos los aplasto y su crujir me deja indiferente,
es como un juego en el que tengo poder.
 
Pero una irregularidad en la luz me atrae y no me puedo contener
es como una caja transparente, por la que puedes mirar a través.
Mis ojos solo encuentran rocas y musgos,
pero la luz revela oro y pequeñísimas piedras de colores,
sólo que no puedes enfocar bien.
 
Sin poder resistirme más, estiro los brazos
y me hielo al ver que mis manos se deforman
cuando voy alcanzando lo que intuyo más que ver.
 
Un contacto tibio, con el objeto, ¡que sí que existe!,
me deja respirando acompasadamente.
Tiene contornos y sigue reflejando bosque,
aunque a la altura de mi estómago lo tengo esta vez.
Brilla y refleja al mismo tiempo,
y tiene forma de caja de siempre,
de las de guardar cosas.
Es pequeña,
pero pesa y mis manos no la rodean,
Parece que tiene mucho que contener.
 
Instintivamente busco abertura,
mecanismo que me permita mirarla por dentro bien.
Pero es hermética y resistente.
Lo digo porque la he dejado caer.
 
Frustración que hace que tiemblen mis manos y mis pies,
porque algo me dice que del bosque no la debo extraer.
Y los nervios me agotan hasta que decido dejarla algo lejos.
Pero es hacer eso y comenzar a escuchar un canto lejano
que dice mi nombre en un idioma que, aunque no conozco, puedo comprender.
 
Y tocando la caja con mis dedos alargados,
me inunda el susurro que me quiebra en un instante
del que nunca más me acordaré.
 
Rígida toda, atrapada por el miedo,
me concentro en el susurro que vuelve a mi piel
y poco a poco llega la calma y la claridad y todo en un soplido
entra en mi mente y lo siento y lo sé.
 
Vida larga, discurriendo fácil,
llena de tristezas por partidas que no puedo detener.
Sus rostros vienen a mi en bruma,
todos ellos con sus nombres y
con los besos que les daré.
Y sus sonrisas me animan a seguir deformando mis dedos
para tocar esa caja que no sé que es.
 
Una certeza y otra y otra me revelan un final justo y fiel.
Todo de golpe se instala en un tiempo inerte condensado
y se vuelve guion acorralado que seguiré sin perder.
Sonriendo mientras la caja desaparece,
acepto lo que acabo de entender.
 
No eran estas las emociones que venía a buscar al bosque,
Pero si me han dejado la sensación de estar al filo.
Hay un camino y si tomo un desvío, esos rostros no vuelvo a ver,
Y aunque sepa claro mi destino y atrapada en él pueda parecer,
busco ajustarme a los pasos que no quiero detener.
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