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CARICIAS

Introducir mi índice en su ombligo era un placer, parecía que estaban hechos a la medida, la circunferencia perfecta abrazaba mi dedo hundiéndolo en un diminuto paraíso. Su piel, era éxtasis para mis manos que la recorrían memorizando cada milímetro de ella mientras yo saboreaba su aroma dulce y olfateaba su sabor embriagante.

Sus piernas eran fuertes y duras como el acero, parecían una pieza de cobre perfectamente torneada a mano y diseñada para unos pies grandes y firmes. Su sexo era impresionante, sus perlas, las más hermosas que he visto, estaban adornadas con un poco de vello lacio, delgado y fino en donde mis dedos encontraron un lugar para deleitarse. ¡Y su bastón de jade enorme y grueso era adictivo! Estaba cubierto por una piel tan delgada y delicada que parecía cualquier cosa podía lastimarla; suave, cálida, aterciopelada como la piel de un durazno, derramaba de repente elixir de satisfacción.

Sus ojos cafés eran grandes y tiernos. ¡Ah! Cómo olvidar esa mirada cristalina cubierta de rojo sangre, con las pupilas dilatadas que no sabe mentir lo que su boca y su cuerpo callan. Y su sonrisa, magnifica, pero ¡falsa! Capaz de iluminar el día de cualquier mortal. Desde que lo conocí, supe que no era suya, pues aún poseyendo semejante belleza, era opacada por la tristeza que reflejaban sus ojos.

¡Y qué decir de su gran nariz y sus labios deliciosos que encierran una lengua misteriosa y magnificente capaz de producir placer hasta en los rincones más profundos de mi ser!

Las líneas de su mentón estaban bien definidas, a veces, eran decoradas sutilmente por una barba que raspaba cariñosamente. Las seguía un cuello largo y rígido que hacía juego perfecto con su tronco, siempre recto. Sus brazos largos que protegían como escudo de hierro, tenían el toque perfecto de unas manos suaves que calentaban hasta el alma más fría.

¡No puedo olvidar su corazón! Latía fuerte, a ritmo de corcheas marchantes. En ocasiones, parecía que asfixiado del encierro iba a reventar el cuerpo para saltar de golpe de entre las entrañas.

Él fue mi amor; ¿el de mi vida?, ¿el más grande?, ¿el más intenso?, ¿el primero?, ¿el último? No lo sé, solo sé que ya no está, y que no quiere estar. ¿Por qué? No lo sé…

Guirleth

(2013)

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