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Dulce, sabrosa, cristalina fuente

Dulce, sabrosa, cristalina fuente,
refugio al caluroso ardiente estío,
adonde la beldad del ídol mío
hizo tu claridad más transparente,
 
¿qué ley permite, qué razón consiente
un pecho refrescar helado y frío,
en quien fuego de amor, fuerza ni brío
ni muestra de piedad jamás se siente?
 
Cuánto mejor harías si lavases
de este mi corazón tantas mancillas
y el ardor que lo abrasa mitigases.
 
Aquí serían, Amor, tus maravillas,
si en estas ondas un señal mostrases
de mis penas a quien no quiere oíllas.
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