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A J. L. L.

Hace algún tiempo
como un muchacho enfurecido frente a sus manos atareadas
en poner trampas
                       para que nadie se acercara,
nadie sino el más hondo,
nadie sino el que tiene
                       un corazón en el pico del aura,
me detuve a la puerta de su casa
para gritar que no,
                       para advertirle
que la refriega contra usted ya había comenzado.
 
Usted observaba todo.
Imagino que no dejaba usted de fumar grandes cigarros,
que continuaba usted escribiendo
                       entre los grandes humos.
 
¿Y qué pude hacer yo,
                       si en su casa de vidrio de colores
hasta el cielo de Cuba lo apoyaba?

De Fuera del Juego, 1968

#EscritoresCubanos #FueraDelJuego

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