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Sin sucesos.

Ese lecho verídico no sucedió jamas. Nunca.
No sucedió el beso que le diste.
No sucedió, en la tarde llena de luz, el reflejo
de su cuerpo:
variado, uno solo.
En lo sucesivo: dos reflejos, dos personas.
 
No sucedieron.
 
No sucedió, para siempre, la vida en su cuerpo.
Las manos no temblaron de frío y no hubo guantes
ni apretados.
 
Ni letargo murciglero en el tálamo,
ni las flores,
ni sus sentidos tántricos
tuvieron su lugar en el recuerdo.
 
El único suceso:
 
La Farsa del Sentimiento:
varias letras agrupadas,
algún que otro significado que nada
en su propia nada;
entre libros;
entre otros sucesos ajenos
y ojalá que felices.

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