Horacio Pilar

Madrugada

Los gallos gritan como puertas que se abren
empujados por la luz impaciente,
y los zarcillos lúcidos extremando su tacto
crecen agudamente sobre un silencio de hojas.
 
Veo temblar por dentro a los capullos
que el aire tierno apenas mueve;
los pájaros vuelven al cielo, al árbol más vivo,
una nube morada los torna prudentes,
de nada le valió a la noche parecer interminable.
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