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Horacio Pilar

Horacio Pilar fue un poeta nacido en Buenos Aires, la Argentina, en 1935, y fallecido en la misma ciudad en 1999. Fue uno de los fundadores de la J.U.P. (Juventud Universitaria Peronista). Por su libro “Amor y conocimiento”, en 1965 compartió el Premio del Fondo Nacional de las Artes con María Elena Walsh y Alejandra Pizarnik, hallándose preso debido a su militancia política. También conoció el exilio (en Brasil). Retornó a su país en 1988. Compuso letras de canciones con el guitarrista Juan Falú.

Horacio Pilar fue un poeta nacido en Buenos Aires, la Argentina, en 1935, y fallecido en la misma ciudad en 1999. Fue uno de los fundadores de la J.U.P. (Juventud Universitaria Peronista). Por su libro “Amor y conocimiento”, en 1965 compartió el Premio del Fondo Nacional de las Artes con María Elena Walsh y Alejandra Pizarnik, hallándose preso debido a su militancia política. También conoció el exilio (en Brasil). Retornó a su país en 1988. Compuso letras de canciones con el guitarrista Juan Falú.

En 2000 la editorial Atuel (Buenos Aires) editó su “Poesía completa” (constituida por “Poemas” de 1959, “Amor y conocimiento” e “Igual atacaría x 3”, más algunos textos incluidos en una publicación colectiva titulada “Cinco poetas”). El volumen, de 272 páginas, cuenta con una presentación de Jorge Quiroga y con un epílogo de Raúl Santana, ambos poetas argentinos que fueran amigos de Pilar.

En mayo y junio de 2003 se realizó en el Centro Cultural “Raíces” de la ciudad de Buenos Aires, con la coordinación de Rolando Revagliatti, el Ciclo de Poesía “Horacio Pilar”.

Referencias

Wikipedia - http://es.wikipedia.org/wiki/Horacio_Pilar



Horacio Pilar: La caza del arabesco

por Raúl Santana

Hay algo que si en un comienzo me dio mucha rabia, con el correr de los días y los meses se transformó en serena alegría: me refiero al silencio que casi todos los medios mantuvieron, primero con la aparición de Igual atacaría x 3. último libro de Horacio Pilar, y segundo con su muerte. Salvo la contratapa que le dedicó Antonio Dal Masetto en Página 12, no tenemos noticia de ninguna otra mención.

Al principio me indigné y hasta llegué a pensar en una confabulación: después fui cayendo en la cuenta de que al fin Pilar nunca hizo nada por su poesía (salvo crearla) y mucho menos moverse en esos medios donde proliferan las pequeñas o grandes famas poéticas: esos medios donde la poesía pareciera surgir de recetas que imponen los diversos diccionarios poéticos de moda, estableciendo las dosis de imágenes, metáforas y también su sintaxis para alcanzar esa especie de escritura que pone con claridad en la página: la falta de imaginación, inspiración y creación en palabras discretas, acertadas y sin mayores alternativas; digamos una poesía razonable.

Era natural que un poeta de la talla de Horacio Pilar, intenso, desprolijo, abierto, sin tics, fuera inaudible para todo ese mundillo de los medios que arribó, por ejemplo, a esas "extraordinarias" periodizaciones que hablan de los 60, los 70, los 80 y los 90; periodizaciones ridículas que nada aclaran sobre la vida de la poesía, pero le dan a un vasto público algo así como un fixture del curso de la creación.

La poesía de Pilar llega en diciembre, cuando tenía que llegar en junio, anuncia en octubre lo que fue de enero, pero canta, "como cantó Tirteo", para aquellos que —como escribió su gran amigo Federico Gorbea— (lo parafraseó) "velan, y no dejan perseguir sus oídos con un eco". Ellos no advierten el paso de los días, los meses y los años, cuando leen y gozan a los grandes poetas que siempre están convocando esa dimensión existencial —que aborda toda poesía que se tenga por tal—, para abrir ese interrogante que es una posible ecuación: ¿poesía y eternidad?

En un poema de Pilar lamentablemente perdido, pero del que mi memoria guardó algunos fragmentos, dice el poeta: "La m suelta la o hasta el final del muerto / y hay por fin una cuenta parecida a la unidad del cero / después de una aventura numerosa. Y ese humito". Aquí vida es lo que acontece en la propia palabra entre la m y la o, esa o que también es el cero después de una aventura numerosa: y el humito (tan macedoniano) es porque a ese poema perdido Pilar lo había titulado "Elogio del suicida" y termina con unos versos que configuran todo un programa:

"Lo que has hecho
 será llamado poesía
 por los que saben que las palabras libres
 atraviesan el corazón de los hombres  
y nos lavan con la mirada de los muertos".

Vivos y muertos se entrelazan cuando las palabras se vuelven libres de esa temporalidad que asedia a nuestro tiempo. Cuando apareció Igual atacaría x 3 y tuve el honor de presentarlo, recuerdo haber dicho que me atravesaba una inquietud muy particular: es tanto lo vivido y compartido con Pilar  que tanta sobreabundancia de motivos hacen —como habría dicho Pascal— otro infinito inabordable. Vienen a mi mente escenas, discusiones, locuras, invenciones, aquí y en el Brasil donde pasamos juntos una temporada y donde nuestra vida tuvo siempre un solo bajo continuo: la poesía.

Otro motivo de inquietud es que se supone que una presentación nos anticipa o nos aclara algo del objeto tratado pero... ¿Qué pasa cuando el objeto es tan intraducibie que yo mismo lo llevo en la memoria como un goce que nada me da que yo pueda explicar? ¿Mi sabor o el de cualquiera sirve para desentrañar esta madeja que a cada rato configura su propia topología? Me apresuro a decir que no; en estas lides siempre circulamos por los bordes; entre la naturaleza y la cultura, crece el poema como esa singularidad irreductible que J.

Derrida, acertadamente, comparó al erizo, ese bicho que defiende con sus propios pinchos su cuerpo y su intimidad.

En cierto modo  y de acuerdo con lo dicho, todo poema conllevaría un "igual atacaría" porque, aun sin deliberación, siempre constituye un ataque a esas pluralizaciones que hacen de la lengua una cárcel y entrecortan la mente y la respiración de los hombres con esa ilusoria claridad que, al menos por un rato, nos hace olvidar la opacidad de todo destino,

Ante la Obra completa de Horacio Pilar, sólo podrían estallar algunos motivos de deslumbramiento en estos poemas que instauran su propia lógica y sus propios espesores semánticos, negándose a ser despojada de su cuerpo y de su resonancia: o todo o nada.

En los poemas "Papa" y "Semántica", para citar sólo dos ejemplos de los endemoniados juegos que hace el poeta entre el afuera y el adentro del poema, estableciendo una extraordinaria tensión, nos dice en el primero:

"He visto los tubérculos de la papa
 poseídos de un sudor penoso
 tornarse negros y tibios
 sobre la tabla de aquel galpón..."

para concluir después de otra estrofa intermedia:

"Los he visto ahora
 a través de breves años de memoria
 y he decidido enterrarlos aquí
 en este poema/ no por piedad".

¿Qué son estas papas que persisten en la memoria y de súbito son enterradas en el poema?

En el segundo ejemplo, un poema dedicado al colibrí, concluye:

"La puertita de esta poesía debe quedar abierta
 pues estos pajaritos no soportan el cautiverio
 y la palabra puertita debe quedar abierta
 y por lo menos un ojo tuyo debe quedar abierto
 porque en ojos cerrados no entran colibríes.
 Conclusión: / sólo Dios en la Virgen
 y una sola semántica".

Aquí el poema se hace jaula y con qué velocidad y con qué gracia hace cortes inesperados adentro de la lengua. Estas modulaciones, tan frecuentes en la barroca alquimia de Pilar, estas dicciones dichosas y exultantes, más que juegos, son algunos de los sistemas de transformación que hace de sus poemas, verdaderas máquinas irreductibles que lanzan destellos a derecha y a izquierda brillando con una luz pareja.

Así como hay poetas que nos enfrentan, monocordes, a una idéntica disposición de garganta, Pilar nos propone una multiplicidad de disposiciones como si lo presionaran de abajo, de arriba, o de ambos costados, haciendo de su voz una extensa polifonía que no se priva de nada abordando desde la semántica hasta un intimismo de música de cámara (como en los poemas Exilio I, II, III, IV).

Pero ya ven, me encuentro pecando de lo que advertí y ya estoy tratando de explicar lo que llevo en el corazón que, como dijo G. Deleuze: "Es el órgano amoroso de la repetición". ¿Qué hace mi cabeza —órgano de los intercambios— atisbando abordando mi corazón? ¿Podrá pasar algo de un órgano a otro?

Hace muchos años, en 1960, Pilar escribió un poema que puede ser una respuesta para este dilema:

"La víbora
 su elástico puñal
 está caída
 está abajo del mundo
 a la altura del pozo
 enroscada en su peso
 con su hechura de rama sin brote
de árbol desesperado
que se come los pájaros
 por el sabor del cielo".

Tratando de desentrañar al poema, a la cabeza le pasa como a la víbora de Pilar: sólo se come los pájaros pero el sabor del cielo exige otra boca, otro paladar. El 15 de febrero de 1999, un mes antes de cumplir los 64 años, Pilar, que había estado toda su vida tocado por la gracia, nos sometió a la gravedad de su muerte. Entre los amigos el anecdotario de su paso es inacabable, y siempre aparece Pilar conjugando esos elementos imponderables, que en su boca se combinaban como relámpagos e hicieron de cada momento de su existencia, aun en el dolor, instantes de bondad, belleza y poesía. Queda una obra poética llena de sobresaltos como su propia vida pero, tal como creo que él hubiera querido, abierta y trabajando hacia el porvenir.

Cuando éramos jóvenes y andábamos día y noche por las calles y los cafés de esta ciudad que Pilar tanto amaba, entre las locuras que hacíamos, hubo un juego que retorna a mi mente con mucha fuerza: se trataba de la caza del arabesco. Horacio se quedaba mirando al vacío, acechante, y de pronto gritaba ¡un arabesco! extendía su mano hacia la nada delicadamente, lo tomaba (preferentemente por alguna punta) y comenzaba a hacer movimientos como si el arabesco se resistiera.

Luego explicaba con toda seriedad que había arabescos rectos, curvos, y que los más difíciles de cazar eran los que combinaban las dos formas; decía que están en todas partes y que hay que prestar mucha atención porque son invisibles y exigen una gran concentración. Recuerdo el sobresalto de una señora que viajaba tranquilamente en el tren cuando Horacio, luego de advertirle, cazó un arabesco en frente mismo de su cara. Ese juego inocente de muchachos irreverentes volvió a mi mente con mucha fuerza, cuando comprendí que esos arabescos que están en todas partes y son invisibles, pues bien, son la poesía.

Buenos Aires Agosto de 1999

Referencias

nodo50.org/exilioargentino/2004/2004_Marzo2quincena/horacio_pilar.htm
 
 
 




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