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Domestica un zorro

¿A qué huele el día?
¿Cuáles estrellas acompañan la noche?
Trago la mitad del vaso lleno,
dejo la comida a los perros.
No recuerdo tus ojos
ni lo silencios de tu respiración.
Corro de punta a punta sin pies,
tejo y destejo sin lanas, ni odiseos.
Sufro la enfermedad de los inmortales:
penuria y hambre, derroche y hartazgo.
Pero mi cuerpo resiste, quiere la vida torpe.
Me invita a observar arreboles de la noche y
fractales luciérnagas.
Quita la cera de mis arrugas. Restituye mis huesos.
Aconseja que los minutos que me quedan
camine despacio hacia una fuente.
—Domestica un zorro—me dice.

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