He llegado
hasta un paraje de soledad;
me acompaña mi violín,
con el cual quiero alabar
a mi Dios en su inmensidad.
Sólo quiero
que Él escuche;
para mi Rey será mi alabanza,
para Él mi adoración.
Sacaré las más dulces melodías
de las cuerdas afinadas
de mi fino instrumento.
Mi música elevada
para el Dios de la creación.
Por momentos,
me siento temerosa
sentada en esta peña;
y contemplo
la honda profundidad
de este abismo;
pero Dios me habla al corazón
y me dice: “Nada temas,
yo te sostengo”.
Y en dulces notas le entrego
mi casta inspiración.
Ingrid Zetterberg
Dedicado a mi Dios amado
De mi poemario:
“Poemas de terciopelo”
24 de Junio 2,019
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