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Sed de Dios

El peso de tu nombre, la desdicha, el padecerte a solas, el no morirme de repente.
El hormigueo de las manos, deshacerme de cada palabra que lleva tu nombre;
Despierto siendo niño una mañana, arropado en el olvido intransigente
me cuesta gritos mantenerme cuerda, el no poder salirme de mi misma.

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