Rito
Me pierdo sumamente profundo y herido en el No Rito de ser acariciado por la No inmadurez, por el No deseo, por el anhelo de helar la sangre en besos...
Me pierdo en su mirada de señora tímida, su mirada de señora drogada por su ansiedad de ser niña, de su asco y su bondad...
Me pierdo, querida Diana... Me pierdo en tus caminos ya transitados; los mismos que te dicen y gritan que eres la madurez hecha joven, hecha algo visible, hecha algo amado y sobre-estudiado por el estudioso que te rasga los ojos con los suyos para escucharte en tus suaves murmullos nocturnos...
Me pierdo... Sí que me pierdo. Y mucho me pierdo... Y también mucho entiendo...
Me pierdo en el falso olor a fruta que contienes sobre tus cabellos... Ese mismo olor que me obnubila el pensamiento ordinario, que me persigue para matarme.
Me pierdo en el afán de verte a los ojos, en esa rabia por no poder ver más que bondad torturada por un mundo tan peste y pantano pisado por carros.
Me pierdo y me gusta... Me gusta imaginar que nuestras edades son las mismas pues nos queremos de formas ritualisticas, de formas; que aunque obstruidas por la duda del vulgo, nos enseñan a ser más nosotros, más vino caliente, más fuego sobre un buen plato de pasta bañado en queso, más agua de vida contenida entre nuestros labios apresurados, más tierra desnuda sobre el cuerpo desnudo, más y solo más de lo que es siempre superior a lo menos.
Me pierdo en la exuberancia de los ritos que te escribo, en la exuberancia de los perdidos que aún no se han perdido, en lo sencillo.
Me pierdo, querida Diana... En el deseo que me está empezando a provocar cólicos de adicto y precipicio...
