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Después de todo.

Alguien me habló, inesperado
mientras daba vueltas de hoja
consumido en insultos religiosos.
 
Ave madre dulce trueno, era la voz
abandonada desde tiempo atrás
en un relicario perdido, acompañado
de rizos de muerte anticipada.
 
Alguien me habló, y no escuché
los términos del discurso doloroso,
papeles nacidos de cenizas
guardados en urnas de mármol.
 
Santo sacrificio era el que llamaba
a desterrar para siempre esta mentira
que viaja en posición horizontal
sobre ríos de plástico y de heces.
 
Pero alguien me habló, alucinado
por vientos de memorias
y revivida esperanza de coros
nocturnales, sapos bailando lunas.
 
Salve reina de la noche
fragancia amenazante de olvidos,
silencio inerte que decora
la parte occidental de mis lamentos.
 
Era solo tiempo de escuchar
era solo eso: fijar los ojos húmedos
en los poros abiertos de la tierra
y abandonarse, al fin, acariciando
tierno y lúcido al destino.
 
Quinoro. 29 de junio/2016

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