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Paraíso encontrado

Piedad no pide si la muerte habita
y en las tinieblas insensibles yace
la inteligencia lívida, que nace
sólo en la carne estéril y marchita.
 
En el otro orbe en que el placer gravita,
dicha tenga la vida y que la enlace,
y de ella enamorada que rehace
el sueño en que la muerte azul medita.
 
Sólo la sombra sueña, y su desierto,
que los hielos recubren —y protejan—,
es el edén que acoge al cuerpo muerto
 
después de que las águilas lo dejan.
Que ambos tienen la vida sustentada,
el ser, en gozo, y el placer, en nada.
Préféré par...
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