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Aunque hundamos a puños la tristeza

Aunque hundamos a puños la tristeza
Y cerremos con besos cada herida
El amor nos rebosa en la cabeza
Como un agua fatal, enardecida.
 
Escondidos detrás de las persianas,
Ocultos tras las cárceles del pecho,
El amor nos golpea las ventanas
Lo mismo que si estamos en el lecho.
 
El amor no termina ni en la nada.
Nos lo entrega el descanso, nos lo entrega
El trabajo y lo que anda y lo que rueda.
 
Y aunque se nutre de mujer amada,
Con mujer o sin ella el amor llega,
Y si la mujer pasa, el amor queda.

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