Los poetas le han escrito a la belleza de los atardeceres, pero pocos hablan del sol reinante que lento muere.
Escondiéndose en la penumbra de la noche, dejó sus últimos rayos en mis ojos espectantes.
A veces, la luna brillante ocupa su lugar, y en el fondo, es la luz del extinto.
Hoy, no hay luna, hoy no hay estrellas. La noche más oscura, la penumbra de la ausencia.
Como peste se propaga, invadiendo cada rincón, asfixiando los sueños y deseos. Es solo ese anhelo de verle regresar.
No queda más ya la luz del otrora misericordioso, la revelación de sus rayos mueren de poco a poco.
¡Oh maldito sol! Cómo te lamento y te extraño.
Tormentosa ha sido tu partida inesperada, dolorosa es tu ausencia.
El frío carcome mis huesos, desde que tu luz ya no me alimenta.
Navego sin rumbo, y la noche más oscura se devora mi conciencia; dolorosa ausencia recorre los pasillos de mi absurda existencia.
En un “¡no!” que nace en lo profundo de mi pecho, declaro y ratifico que me niego a vivir en este mundo sin tu presencia.
Mi sol reinante, ¿dónde te encuentras? Aunque mi corazón esté en luto, sé que no has muerto, y en silencio te espero.