José Alfredo Jiménez

Jesús Maldonado

Volaban los zopilotes
sobre un cuerpo destrozado,
tenía la ropa rasgada,
el rostro desfigurado,
pero una cruz en su pecho
decía: Jesús Maldonado.
 
Entre Santana y Huamantla
cayó el tigre de Tlaxcala,
el comandante del pueblo
no le encontró ni una bala,
no tenía señales de golpes,
tampoco de puñaladas.
 
Ahora cuentan sus amigos
de una pasión verdadera,
Conchita la de Apizaco
a quien llaman “La Rielera”
le pegó fuerte en el alma
volviéndose una cualquiera.
 
Salió Jesús de Huamantla
de esta feria tan nombrada:
con flores de mil colores
la calle estaba alfombrada,
pero el tigre ya iba enfermo
se le veía en la mirada.
 
No se despidió de nadie,
su caballo reinchaba,
la risa de su Conchita
traía en el pecho clavaba;
aquel hombre ya iba muerto:
su palidez era clara.
 
Agarró cualquier camino
y el polvo lo fue tapando,
la fiesta siguió en el pueblo,
la banda seguía tocando;
y a los tres días volvió solo
un caballo caminando.
 
Murió Jesús Maldonado,
murió por enamorado.
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