No sé por qué he venido de nuevo a la alameda.
Tú no la conocías. Yo, casi ya no la conozco.
Y, sin embargo, un día me embriagué de ternura
bajo estas frondas quietas, entre estos viejos troncos.
Hoy, que sé que jamás he de volver con ella,
con la que todavía me entristece los ojos;
hoy, que ya para siempre nos separa la vida,
vengo contigo, acaso para no venir solo…
Aquí todo ha cambiado, como yo, como ella…
Los pájaros volaron bajo el viento de otoño,
y entre las hojas secas que caen en la tarde,
el eco de sus pasos va surgiendo del polvo…
Y tú vienes conmigo… Tú que quizás me quieres,
y que quizás me olvides pronto;
con tu chaqueta gris y tus ojos alegres,
te apoyas en mi brazo, bajo el crepúsculo de oro.
Seis veces estos árboles se han quedado sin hojas,
desde la última vez… Seis veces: Es bien poco.
Y, aunque realmente acaso no haya cambiado nada,
hoy vuelvo, y me parece que es diferente todo.
Aquí, junto a esta verja, yo le di el primer beso…
Yo entonces era soñador y loco,
y entonces todavía yo sonreía sin motivo,
y mi alma era una playa frente a un océano sonoro…
Yo la quería mucho. Ella también me quiso.
Nos separó la vida… así, sin saber cómo.
Y hoy, tú, que no eres ella,
te apoyas en mi brazo, que es casi el brazo de otro…