#Epigramas #EscritoresEspañoles (Ms 6131 BNE)
Sigue con dulce lira el metro blando y amoroso acento que el gran Febo te inspira: pues Venus te da aliento y el coro de las musas te oye aten…
El semidiós que alzándose a la cum… del alto Olimpo, prueba la ambrosí… entre la muchedumbre de dioses en la mesa del Tonante, y en copa de diamante
Todo lo muda el tiempo, Filis mía… todo cede al rigor de sus guadañas… ya transforma los valles en montañ… ya pone un campo donde un mar habí… El muda en noche opaca el claro dí…
Si el cielo está sin luces el campo está sin flores los pájaros no cantan los arroyos no corren no saltan los corderos
Ufanos con el gobierno del infierno, cielo y mar los tres dioses no han de estar. Amor con ser niño tierno a los tres sabe mandar.
Este difunto era esposo y los celos le mataron de ejemplar tan horroroso los demás escarmentaron y ya ninguno es celoso
¿Quién es aquél que baja por aquella colina, la botella en la mano, en el rostro la risa, de pámpanos y hiedra
El texto en amarillo se omite en el manuscrito, aunque aparece en la ediciones impresas. Las palabras en azul son las divergencias entre el manuscrito 3.804 y la edición impresa (seguim...
¡Ninfas de Manzanares, felices y adorables semidiosas! Oíd de mis pesares los ayes y las quejas lastimosas. Tantas aguas no lleva vuestro río
No basta que en su cueva se encade… el uno y otro proceloso viento, ni que Neptuno mande a su elemento con el tridente azul que se serene… ni que Amaltea el fértil campo lle…
Ya deja Ortelio la paterna casa, ya le recibes, navecilla humilde, ya queda lejos la jamás domada cántabra gente. Nave que llevas tan amable vida,
De amores me muero, mi madre, acudid, si no llegáis pronto, vereisme morir. GLOSA
Llegose a mí con el semblante adus… con estirada ceja y cuello erguido (capaz de dar un peligroso susto al tierno pecho del rapaz Cupido), un animal de los que llaman sabios…
Mientras vivió la dulce prenda mía… Amor, sonoros versos me inspiraste… obedecí la ley que me dictaste, y sus fuerzas me dio la poesía. Mas ¡ay! que desde aquel aciago dí…