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José Carlos Becerra

José Carlos Becerra (Villahermosa, Tabasco, 21 de mayo de 1936 - Brindisi, Italia, 27 de mayo de 1970) fue un poeta mexicano.

José Carlos Becerra (Villahermosa, Tabasco, 21 de mayo de 1936 - Brindisi, Italia, 27 de mayo de 1970) fue un poeta mexicano.

Sobre un poeta, su otoño, sus islas y su niña

“Espero una carta todavía no escrita
donde el olvido me nombre su heredero”.
—José Carlos Becerra

Me parece verlo apresurado y desvelado, en los restiradores de la biblioteca de la Facultad, preparando de última hora sus trabajos en papel destraza. Con su barba de candado y su gabardina un poco arrugada; era estudiante de arquitectura en sus ratos libres, pero en la vida real, era POETA.

Acababa de terminar su primer libro: “La corona de hierro”. Llegó una mañana a la imprenta que lo publicaría, con la prisa que lo caracterizaba para cambiar el título, al final se llamó: “Relación de los hechos”.

¿Su nombre?: José Carlos Becerra. Nunca lo conocí en persona, nació en Villahermosa, Tabasco en 1936. Los años y la magia de la literatura que es la verdadera máquina del tiempo, me lo presentaron una tarde y es ahora uno de los amigos que más quiero.

Apreciado y admirado por todos, hubo fiesta cuando se le otorgó la beca de la Fundación Memorial Guggenheim, premio que ha cambiado las vidas de muchos autores latinoamericanos. Milagro que algunos anhelamos.

Se fue a Europa, compró un Volkswagen sedán algo deteriorado, con una puerta chueca y recorrió los lugares testigos del periodo clásico de la humanidad. Era 1970 cuando en Brindisi, Italia, al tomar una curva en la carretera que lo llevaría a un transbordador rumbo a Grecia, perdió el control del auto y se desbarrancó. Murió joven, 33 años. Lejos de su familia y de su amado Tabasco.

Un brevísimo aviso de un periódico mexicano, hizo a algunos amigos temer lo peor. Al confirmarse la triste noticia, después de los trámites de traslado y muchas, muchísimas lágrimas, llegó el momento de rescatar sus manuscritos para evitar al tiempo inexorable lo oportunidad de sepultar su obra. Amigos de verdad y colegas de la talla de Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis, colaboraron en ese trabajo de amor y construcción de un volumen de 350 páginas que contiene toda su poesía: “El otoño recorre las islas”. Cabe en un bolsillo, pero contiene la obra de un poeta que vale la pena leer, releer y recordar para toda la vida. Como se dice en estos casos: de haber vivido más, si ya era prodigioso, lo que hubiera logrado. El volumen en cuestión, rescatado y estructurado por sus amigos, contiene su libro publicado en vida, antes citado, y varios otros libros de poesía; también un relato “Fotografía junto a un tulipán”. Es fácil de conseguir, en librerías, editorial Joaquín Mortiz.

Pero la historia tuvo una posdata, años después, la joven escritora Silvia Molina, sorprendió a todo México con una magnífica novela autobiográfica llamada “La mañana debe seguir gris”. En ella relata un periodo de su propia vida en el que realiza un viaje a Londres para estudiar inglés; se queda a vivir  en la casa de una tía. Silvia era muy joven, 24 años y se enamora perdidamente de un poeta mexicano sin fortuna pero muy prometedor por su talento, diez años mayor que ella. El idilio entre ambos va floreciendo, en el protocolario ambiente británico, bajo la complicidad de amigas y primas y la reprobación autoritaria de su tía. El poeta en cuestión era sumamente simpático, ocurrente y audaz; seductor espontáneo pero de un gran corazón cargado de esperanza. Ese poeta era José Carlos Becerra, en las semanas previas a su muerte.

“La mañana debe seguir gris” es una novela breve, dinámica, muy creativa Ofrece una introducción muy original al tema con formato de diario íntimo, donde nos pone al tanto de las circunstancias y nos describe ampliamente el acontecer periodístico, hoy histórico, que rodea los hechos. En 1977 este libro ganó el premio Xavier Villaurrutia, uno de los más prestigiados de México, tras una gran polémica entre los críticos y el jurado del premio. No faltó quien dijo que la historia “demeritaba la figura del gran poeta José Carlos Becerra”. Por favor, como si un joven poeta soltero, no tuviera derecho a enamorarse. Silvia Molina es una de las autoras más jóvenes que ha ganado ese codiciado premio nacional, por cierto muy bien merecido.

Aparte de que se trata de una novela que vale mucho la pena leer, nos regala un retrato vivo, nítido y más claro que un video HD, del añorado poeta, muerto a la edad de Jesús y de Ramón López Velarde. Para quienes no tuvimos la fortuna de conocerlo en persona, el relato de Silvia Molina es muy valioso, sobre todo después de terminar la lectura del maravilloso libro de José Carlos que contiene toda su obra.

Así pues, en la intimidad de mi Biblioteca, siempre me aseguro de que ambos libros permanezcan juntos. Un amor de juventud que no pudo consumarse en la tierra, se guardará para siempre con sus dos nombres fundidos en la historia de la literatura mexicana.

Dejo los títulos de ambos libros uno junto al otro porque, si nos damos cuenta, forman una hermosa frase:

“El otoño recorre las islas, la mañana debe seguir gris”

– Alfredo Jiménez G.




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