TOMA DE HÁBITO
Dejadme aquí, entre las sombras altivas del presagio,
vestido de ausencia, de luto y de éxtasis,
con este hábito negro que me ciñe las carnes
como un sudario de nupcias eternas.
Aquí, donde el tiempo se ahoga en los vitrales,
y Dios araña mi pecho con sus uñas de silencio,
quiero gemir mi última canción terrenal,
mientras la lámpara sagrada me bebe las lágrimas.
¡Oh, qué dulce es el dolor que me corona de espinas!
Qué amargo el júbilo que rompe en mi garganta
como un vino añejo de despedidas.
El mundo se pudre allá lejos, y yo...
yo me desangro de gozo entre estos muros,
mientras la eternidad me teje su túnica
con hilos de nostalgia y polvo de estrellas.
Dejadme, pues. Ya mi alma tiembla de calma,
ya mi corazón—desnudo y vestido—
se rinde al frío candor de lo divino.
Aquí, entre rejas de luz y penumbra,
mientras una mano celeste acaricia mi agonía,
y el demonio familiar de mis sueños
me susurra versos prohibidos al oído.
¡Adiós, vida! ¡Adiós, pecado hermoso!
Hoy nace un monje de las ruinas de un hombre,
y en su costado abierto,
florece el lirio pálido de la santidad.
(2006)
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