CONFESIONES
Para Sofía López.
I
Fue en el amanecer cuando yo lo descubrí.
Me vi prendido a tu talle, despertando al sol.
Descansábamos sobre nuestro lecho de jazmín
y al mundo sólo lo habitábamos los dos.
Muchas veces hemos estado así,
pero nunca me sentí como aquella,
pues convencido estoy de que viví
una hermosa revelación que me lleva
a confesarte todo en cuanto hay en mi corazón,
en el que ya no hay angustia ni pizca de desazón,
sino un inusitado alborozo que me estremece
y tira por la borda mi tristeza que fenece
y le da paso al ensueño de vivirte,
y me permite día a día sentirte.
II
Te siento en tus mensajes y en mis recuerdos,
en tus sosegadas palabras y dulces caricias,
en la impresión de tus labios en mis besos
y en el desfile perenne de tus delicias.
Estás en el café y en los quesos.
En los libros y en los bares.
En los gatos y en los perros.
Estás aquí y en todos los lugares.
Estás en el sexo y en la recatada perversión,
en las mieles de la intimidad y loca pasión,
vives en las películas y las largas maratones.
Eres un mar de complejos y superaciones,
una crisálida que se rompe todos los días,
y vuelas con bellas alas en esta vida.
III
Confieso que en esa mañana,
en el ínterin de despertarnos,
de amores éramos una maraña,
viviendo el afán de sólo amarnos.
Me reconocí como un hombre distinto,
que había sufrido una metamorfosis
en el silencio nocturno de nuestro sino,
en la respiración lenta y vívida simbiosis.
Llegaste y me cambiaste.
Me besaste y aluciné.
Te elegí y no perdí.
Te enamoré y me enamoraste.
Me amaste y una vida imaginé.
A tu lado no hay ardid.
IV
Me confieso del todo enamorado.
Enamorado de tu silueta al alba.
Enamorado de tu risueña alma,
que todos los tiempos han labrado.
Enamorado de tus labios rojos,
de los que bebo sin sonrojos
el más puro de los amores,
el cárdeno de tus dulzores.
Enamorado del aroma de tu cuerpo,
que embiste mi olfato fragante
y crispa un fulgor al instante
que invade mi ser mustio y sereno,
en una dicha engalanada y danzante
que sólo me convida a seguir y amarte.
