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Fragmento XI

Cuando al fondo del soto
El anciano llegó con los guerreros,
Tabaré, con el pecho atravesado,
Yacía inmóvil, en su sangre envuelto.
 
La espada del hidalgo
Goteaba sangre que regaba el suelo;
Blanca lanzaba clamorosos gritos...
Tabaré no se oía... Del aliento
 
De su vida quedaba
Un estertor apenas, que sus miembros
Extendidos en tierra recorría,
Y que en breve cesó... Pálido, trémulo,
 
Inmóvil, don Gonzalo,
Que aun oprimía el sanguinoso acero,
Miraba a Blanca, que, poblando el aire
De gritos de dolor, contra su seno
 
Estrechaba al charrúa,
Que dulce la miró, pero de nuevo
Tristemente cerró, para no abrirlos,
Los apagados ojos en silencio.
 
El indio oyó su nombre
Al derrumbarse en el instante eterno.
Blanca, desde la tierra, lo llamaba;
Lo llamaba, por fin, pero de lejos...
 
Ya Tabaré, a los hombres,
Ese postrer ensueño
No contará jamás... Está callado,
Callado para siempre, como el tiempo,
 
Como su raza,
Como el desierto,
Como tumba que el muerto ha abandonado:
¡Boca sin lengua, eternidad sin cielo!
Otras obras de Juan Zorrilla de San Martín...



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