Tabernáculo abierto de dolores Que ansía echar el mundo de su sen… Como la nube al estruendoso trueno Que la puebla de lóbregos rumores; Plácenme tus sombríos corredores

Amantes de la quimera, Yo calmaré vuestro mal: Soy la dicha artificial, Que es la dicha verdadera. Isis que rasga su velo

¡Qué tristes son las horas! Cual… De ovejas que caminan por el cielo Entre el fragor horrísono del true… Y bajo un cielo de color de estaño… Cruzan sombrías en tropel huraño,

Bajo el dosel de gigantesca roca Yace el Titán, cual Cristo en el… Marmóreo, indiferente y solitario, Sin que brote el gemido de su boca… Su pie desnudo en el peñasco toca

Cuando el hijo salvaje del desiert… Ata su blanca yegua enflaquecida Al fuerte tronco de gigante planta… Y, tregua dando a su mortal fatiga… Cae en el lecho de tostada arena

¡Quisiera, noble hermana, prender en los encajes del verso y de la prosa, el alma triste, arcana, sutil y misteriosa

Luz fosfórica entreabre claras bre… En la celeste inmensidad, y alumbr… Del foso en la fatídica penumbra Cuerpos hendidos por doradas flech… Cual humo frío de homicidas mechas

Lejos brilla el Jordán de azules… Que esmalta el Sol de lentejuelas… Atravesando las tupidas frondas, Pabellón verde del bronceado toro. Del majestuoso Líbano en la cumbr…

El joven gladiador yace en la aren… Manchada por la sangre purpurina Que arroja sin cesar la rota vena De su robusto brazo. Entre neblin… Azafranada luce su armadura

Cuando la ardiente luz de la mañan… Tiñó de rojo el nebuloso cielo, Quiso una alondra detener el vuelo De mi alcoba sombría en la ventana… Pero hallando cerrada la persiana

No me habléis más de dichas terren… Que no ansío gustar. Está ya muer… Mi corazón, y en su recinto abiert… Sólo entrarán los cuervos sepulcra… Del pasado no llevo las señales

Si escuchas ¡oh adorada soñadora! Mis amorosas súplicas, Siempre serás la reina de mi alma Y mi alma la fiel esclava tuya. Mandaré construir, en fresco bosqu…

Tez morena encendida por la navaja… Pecho alzado de eunuco, talle que… Verde faja de seda, bajo chaqueta Fulgurante de oro cual rica alhaja… Como víbora negra que un muro baja

Árbol de mi pensamiento Lanza tus hojas al viento Del olvido, Que, al volver las primaveras, Harán en ti las quimeras

Tendido en la bañera de alabastro Donde serpea el purpurino rastro De la sangre que corre de sus vena… Yace Petronio, el bardo decadente… Mostrando coronada la ancha frente