Las olas me enseñaron sobre todo,
A mantener mi cabeza sobre el agua.
Observar acudir a la muerte sin tregua;
arrastrarme siempre tenaz sobre el lodo.
Los vientos siniestros, adversos, me adoctrinan,
en el arte de amar y conocer la Trinidad de la vida.
Ser, amar, morir. Palpar la crisálida y su salida,
A congregarme a la luz; y a que la oscuridad se despida.
La tierra desmoronada me marca la senda,
En donde la triada vital vino y desdeñó.
Al corazón iluso y perdido que se hizo merma,
Al que por sus máscaras fue corregido, o pereció.
La oscuridad me cuenta con refinada salamería,
De sus pomposas quimeras y espejos adornados.
De su enmascarado paraíso oculto y tiranía,
Mas quien soy no se regala, ni se da por prestado.