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Breve estudio del ritmo en el poema «La idea de Platón», de León David

El artista se vale en todo momento del artificio en la consumación de su arte, presentándolo como si no lo empleara y como si no existiera.

  Recorro algunos aspectos del ritmo empleado en el poema «La Idea de Platón» por su carácter cardinal en la importancia de la pieza, y porque constituye una demostración de la manera adjetiva en que el paso del tiempo y el cambio de época afectan –para beneficio esta vez– la estructuración formal de la trova en versos tradicionales, sin que ello motive a opinar que demanden o configuren poética distinta, considerándoselos solo causantes de variedad y naturalidad en el elemento significante.

  El ritmo vigoroso y cautivante en «La Idea de Platón» se encuentra determinado por la colocación exacta de dos acentos rítmicos principales en el verso endecasílabo: los de las sílabas sexta y décima; el primero como acento de mayor relevancia tonal para la sustanciación de la melodía, el segundo como dejo natural en la terminación de la línea poética. Lo que busco enfatizar aquí es la pertinencia de la explotación de la completa variedad de recursos fonéticos de los que disponen la lengua y el artista para conseguir un ritmo flexible y natural. He aquí las palabras claves: flexibilidad y naturalidad, o bien podrían ser ductilidad y espontaneidad en la presentación del verso clásico de hoy, distinguiéndolo del verso cataléptico en mayor o menor grado que solían emplear con profusión neoclásicos y románticos, y que emplean con idéntica profusión quienes en la actualidad ensayan tal forma de versificación sin todavía domeñarla.   Valga recordar que el artista en general  se vale en todo momento del artificio en la consumación de su arte, presentándolo como si no lo empleara y como si no existiera,  justo como lo hace León David al auxiliarse de la isocronía, el patrón musical, la diéresis imaginaria, las cesura final (que permite insertar en el verso siguiente «el medio pie perdido» de que hablaba Nebrija), la cesura intermedia (pero no en este caso),  el desplazamiento de los acentos, el atildamiento del monosílabo, el aprovechamiento tonal de las contracciones, entre otras prácticas que solían censurarse en los poetas antiguos  o a aceptárseles con reticencia.

  En la vasta mayoría de los versos del poema «La Idea de Platón» el acento rítmico cardinal de sexta sílaba se encuentra cómodamente en su justo lugar, por ejemplo:

             La Idea de Pla/tón/, esa inmutable
              Primera clari/dád/, lumbre perdida,
              Del saber fuente, /fuén/te de la vida
              Que mis ojos e/lú/de, inabarcable...;

en el noveno verso, el ritmo reclama un artificio retórico para mantener la eufonía, trasladándose, con el mismo, el acento rítmico de la quinta sílaba a la sexta:  este recurso puede ser una diéresis imaginaria o un hiato que disuelva el diptongo para motivar el desplazamiento acentual, y léese el verso así en el caso de la diéresis[vii]:

             ¿Quién se puede /f ï á r/ de lo que crece?

y se leería de esta otra manera en caso de preferirse el hiato[vii]:

             ¿Quién se puede fi-/ár/ de lo que crece?

En el verso número 11:

               Hoy brote tierno, /ma/ñá/na rama seca

el discurso conserva su ritmo por una de estas cuatro soluciones que emplearía el lector, soluciones que menguan la frase dodecasílaba y reparan la ametría, o más bien disimetría, devolviendo el acento rítmico de la séptima a la sexta sílaba: O por la aplicación circunstancial del efecto enunciado por T. Navarro Tomás referido a la substitución eventual del isosilabismo por el isocronismo, o por aplicación del efecto del canto, en que la elocución aumenta o disminuye la velocidad de fonación según se quiera ganar o perder espacios de tiempo o longura en la dispensación de la frase (acelérase levemente el discurso en este caso concreto), o por el aprovechamiento de la cesura final del verso anterior para embutir la primera sílaba del verso en cuestión (el famoso «medio pie perdido» de Nebrija; o por lo que pasaremos a denominar «recurso del rapto» mediante el cual un acento bien marcado en una sílaba determinada (en este caso la segunda del verso) produce el efecto de rapto o absorción de la inmediatamente posterior (en este caso la tercera del verso) por causa de una declinación tonal que abre un espacio imaginario pero sensible a la razón aunque no al oído entre una sílaba altamente tónica y la mediata siguiente. Este caso de “rapto” es afín al fenómeno en que pierden las voces esdrújulas una sílaba o tiempo en la terminación de versos y hemistiquios. Un caso de “esdrujulismo” interior y, por lo demás, eminentemente técnico y artificioso: “Hoy brótetier... no, mañana rama seca”. Pero bien se podría alegar que el “rapto” se produce en la palabra tierno, en virtud de que el acento prosódico de la primera sílaba es muy alto y distintivo frente al carácter átono de la segunda: “Hoy brote tiérnoma...ñana rama seca”. Todo dependerá de la escogencia o la sensación de comodidad en el intérprete, fónico o silente.  La concurrencia de una de esas situaciones, o todas interactuando, hacen que en este caso ni siquiera el oído de un músico pueda detectar una irregularidad solo irrebatible en el exclusivo ámbito de la escrita preceptiva. A eso llamamos nosotros implementación de una versificación natural y espontánea que atiende a la esencialidad y naturalidad del canto antes que a la rigidez de la regla.

  En los versos verso 21, 47 y 48 permítese al acento rítmico recaer sobre monosílabos:

              Es la verdad que /lá/ palabra hospeda   21
              Desdeña altiva /lós/ fastos ilusorios   47
              Del oropel que /lá/ belleza enluta.   48

  En los versos 22, 41 y 44 en contracción:

          Es la belleza /quén/ la flor fulgura   22
          ...Yo pasaré, pe/ró/tro yo en la pura.   41
          Más la verdad deeseótro yo perdura   44

  En los versos 29 y 45 el ritmo ordena la conversión de una palabra paroxítona en sobreesdrújula, y en el verso 50 un vocablo oxítono cambia a esdrújulo:

       Es la que rompe el /ó/probioso estigma   29
       Solo la idea /queá/morosa escruta   45

       No acierta el hombre a /cón/templar de frente   50

  En el verso 32 el ritmo reclama un hiato inicial, que destruye una sinalefa y hace que el acento rítmico se desplace de la quinta a la sexta sílaba; hiato casi natural, pronunciado sin ningún esfuerzo ni dificultad por la circunstancia de encontrarse entre una vocal fuerte («a») y una vocal que, aunque débil («u»), ha sido tanto prosódica como ortográficamente acentuada:

         La-única que /siém/bra en la mírada.

  Finalmente, una forma distinta y general de definir o apreciar el ritmo en el poema «La Idea de Platón» es concebir el verso endecasílabo estructurado en pies cuantitativos (de nuevo tipo, para lenguas neolatinas) de cuatro emisiones vocálicas con acento fijo en la segunda de esas emisiones, acentuación que mueve a veces León David a la tercera cuando persigue la variación melódica que exigen los cantos para eludir una no deseable monotonía.

 Es oportuno agregar que el poema «La Idea de Platón»,  de León David, podría bien ser considerado el más hermoso poema de la lírica dominicana, y si hubiere disparidad de criterios estaría entonces en ese selecto y apretado grupo entre los que se necesitaría escoger para cumplimentar tal selección.

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