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Los hijos

A José Antonio Muñoz Rojas

Cuando el cielo al morir se va espaciando
contra la tierra gris, y sólo queda
un delgado rumor, como de seda
al resbalar sobre la piel; y cuando
 
ligeramente el campo va callando,
y enmudecen los surcos, y se enreda
la noche, tronco a tronco, en la arboleda
entre el mañana y el ayer dudando,
 
vuelta la vista atrás en pos del día
se ve la juventud, y en paz se siente
el tiempo en la balanza del verano.
 
Así mi amor es hoy, y es, todavía,
el dulce peso igual de lo viviente
que oprime un hijo suyo cada mano.
Préféré par...
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