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Poema que no todos pueden leer

Tú, cuando te desnudas, te pareces a un pino
por la esbeltez exacta y el aroma divino.
Te conviertes entonces en mi propia experiencia,
te llenas de una hermosa, antigua y noble ciencia.
Por tu ombligo pasean mis manos desmayadas
como dos gritos solos. Blancas manos calladas,
que hieren la tibieza de tu cuerpo sabroso,
dulce como praderas, silente y memorioso.
Estas manos te hurgan, te descubren delicias
semejantes al mar. Breves, fijas caricias
con las que quiero hollarte, como si tierra fueras
por la que pasa un río sediento de praderas.
Y por tu pecho andan dos tetas excelentes
en las que yo amamanto todo lo que tú sientes.
Altos y soberanos, tus pechos son mi vida
que es alta y soberana tierra herida.
Hieren tus piernas suaves y locas extremadas;
después son dulces aves que, junto a mi, cansadas,
duermen ese momento feliz, después del coito,
cuando ha finalizado la noche del introito.
Las noches son sagradas. Pero también el día.
Hay ángeles, demonios, culos del mediodía.
te veo, en fin, desnuda, como una gran memoria
que no tiene pasado, ni presente, ni historia
y es el perfecto instante
en que todo lo amado se convierte en amante.
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